lunes, 16 de enero de 2017

Balahe de Leonard...o un día dulce en una playa calurosa. (Última entrega de la trilogía oscura de perfumes vintage)

Año de lanzamiento:1983
Creador: Daniel Moliere
Estado: descontinuado.
Principales notas (o a qué huele en mi...): ciruela, piña, mandarina y trazos verdes ligeramente metálicos que dan paso a flores blancas cremosas y algo polvosas (tuberosa, iris, orquídea, jazmín, ylang-ylang, rosa, azahar). Hacía el final almizcle, algalia y vainilla, como un sudor dulce.
Sentimientos que provoca: exotismo de otras épocas, dramatismo y sensualidad.
Usos: especiales y sobre todo cuando se desee impactar o golpear con el perfume. Pocas veces digo esto, pero este perfume es, literalmente, un arma mortal. Úselo con precaución.
Duración y estela: enormes aunque lo pude percibir solo por seis horas creaba un halo en mi muñeca del que no podía arrancar. 



Balahe nació en una de las épocas que considero la más fructífera y arriesgada de todas las que ha visto la perfumería: los años 80, cuando aún existían una gran selección de los grandes clásicos, reformulados en lo más mínimo y acorde a la disponibilidad de materias primas más que al mercado, pero también, nuevas fragancias atrevidas, profundas y complejas donde elegir. Muchos de mis favoritos provienen de esta década y obedecen a distintas categorías olfativas que, según mi opinión, fueron magistralmente representados pero, durante el lanzamiento de Balahe; Opium, Cinnabar o Coco, la familia de los orientales picantes y opulentos, eran la última moda y dictaban las directrices de como oler. 

Balahe es un oriental, picante y opulento pero en su estructura olfativa, los acordes florales y frutales se transforman en los protagonistas de una composición exótica y dulce, casi como un licor. Las notas de salida rodean la idea de una fruta ácida y oscura, no definida (es casi un melocotón, casi una ciruela pero a veces, parece una guayaba) que nunca se desvanece del todo, sino más bien se mezcla con los florales del corazón y las notas animálicas de sus últimos efluvios; ciruela, toques de mandarina, jugo de piña y aldehidos muy suaves, son los aromas característicos de esta etapa. Pasada una hora de su evolución, emerge, entre los frutales, su extravagante corazón floral que recrea la fantasía de una isla tropical: tuberosa, orquídeas avainilladas, ylang y azahar provocan un efecto de crema y polvo que sirven de base a las cálidas, oscuras y sensuales notas de fondo. En este punto el dulce floral agrio se transforma en un animal pesado, erótico y un tanto sucio; las flores cremosas con aspectos de bronceador antiguo y polvo decantan en cibeta, almizcle y vanilla cruda. Pero esta fase se sucede después de casi cinco horas de un ahogante bouquet.

Dulce, agrio, cremoso-polvoso y con toques de sudor... como un día en la playa donde el la exquisitez del calor puede agobiarnos; si el Sudeste asiático tuviese una aroma, sería Balahe.

Descubrir perfumes es una experiencia motivadora que, en algunas personas como yo, hace cruzar la línea de la razón y decanta en una multiplicidad de imágenes evocadoras. Catar un perfume es beberlo de a poco, sin prisa y abriendo los abanicos del corazón, es un momento único y casi sagrado que, en su paso, nos ayuda a reconocer nuestros propios sentimientos. Desde que empece a escribir de aromas...he ido escribiendo sobre mis propios sentimientos, ordenándolos y descubriendo facetas de mi propia alma. Al final un perfume es un ente vivo, complejo y repleto de matices que hay que conocer y desear amar...como las personas.

Próximamente: Van Cleef & Arpels pour Homme...

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